2 de agosto de 2007

Una observación acerca de Michael Vick




Los medios han hecho una extraordinaria cobertura del supuesto funcionamiento de peleas de perros patrocinado por Michael Vick, jugador del Atlanta Falcons.

Vick y otros tres hombres fueron acusados por violación de leyes criminales federales, alegando que Vick había patrocinado peleas de perros ilegales, que apostó en las peleas y que permitió actos de crueldad contra los animales en su propiedad.

Los programas televisivos se llenaron de entrevistas realizadas a miembros de las “asociaciones humanitarias”, condenando las peleas de perros y exigiendo que Vick sea condenado, si realmente era culpable. Nike y Reebok suspendieron la venta de sus productos respaldados por Vick.

Por favor, que quede bien claro: pienso que las peleas de perros son una cosa terrible.

Pero debo decir que el caso de Vick está más bien demostrando, de manera dramática, lo que llamo nuestra “esquizofrenia moral” respecto de los animales. Esto es, si una cosa es clara, es que no podemos pensar claramente acerca de nuestras obligaciones morales hacia los animales.

Tan sólo en este país, matamos más de diez mil millones de animales terrestres para comida, anualmente. Los animales que comemos —incluso aquéllos criados supuestamente en forma “humanitaria”— sufren tanto como los perros que son usados en las peleas. No tenemos ninguna “necesidad” de comer carne, lácteos, o huevos. De hecho, esas comidas están cada vez más asociadas a varias enfermedades humanas, y la cría de animales para comida es un desastre medioambiental para el planeta. Nosotros les imponemos dolor, sufrimiento y muerte a esos billones de no humanos sintientes porque disfrutamos al comer sus carnes y los productos que hacemos a partir de ellos.

Hay algo indudablemente bizarro en el hecho de condenar a Michael Vick por usar perros en una forma repugnante de entretenimiento, cuando el 99 por ciento de nosotros también usa animales que son, en todo, tan sintientes como los perros, en otra forma repugnante de entretenimiento que no es más justificable que las peleas de perros: comer animales y productos de origen animal.

Hay algo indudablemente bizarro en el hecho de que muchos “amantes de los animales” coman carnes que portan la etiqueta “Certified Humane Raised and Handledrespaldada por The Humane Society of the United States (HSUS), mientras la HSUS nos dice lo malo que es Michael Vick.

HSUS y PeTA están exigiendo que Vick sea suspendido de la liga de fútbol NFL. Hasta donde sé, ninguna organización exigió que Michael Jordan sea suspendido de la liga de la NBA por haber promovido las salchichas Ball Park Franks.

Hay algo indudablemente bizarro en el hecho de que Reebok y Nike, que usan cuero para fabricar zapatos, suspendan los productos respaldados por Vick. Esas empresas no van a permitir que un tipo que supuestamente tortura perros, respalde productos que contienen vacas torturadas.

En mi libro «Introducción a los Derechos Animales» presenté a Simón el sádico, a quien le daba placer torturar perros quemándolos con un soplete. Todos consideraríamos monstruosa tal conducta porque todos concordamos en que está mal infligir sufrimiento “innecesario” a los animales. Y el placer, el entretenimiento, y la conveniencia no pueden encuadrarse dentro del requisito de la “necesidad”.

Pero entonces yo hice la siguiente pregunta: ¿en qué somos diferentes de Simón, los que comemos carne y productos animales? Él disfruta quemando perros con un soplete, nosotros disfrutamos el sabor de la carne y los productos animales. Pero tanto nosotros como Simón matamos a seres sintientes —aunque podamos pagar a otros para hacer el trabajo sucio— porque eso nos permite obtener placer.

De acuerdo a los informes, las autoridades retiraron de la propiedad de Vick un “soporte para violación” usado para sujetar a los perras para cruzarlas. Y “soportes de violación” son también usados para sujetar a las vacas para la inseminación. Cuando se trata de una perra, quedamos perturbados; cuando se trata de una vaca, lo ignoramos.

Michael Vick puede disfrutar mirando peleas de perros; alguien más puede encontrar eso repulsivo pero no ve nada malo en el hecho de comer un animal que ha tenido una vida tan llena de dolor y sufrimiento como las vidas de los perros de pelea. Es extraño que consideremos a la segunda persona diferente de la primera, o incluso superior a ella. La gente que grita en torno a la arena de pelea, ¿en qué es diferente del grupo que ríe alrededor de la parrillada veraniega?

Todos nosotros somos Simón. Todos nosotros somos Michael Vick.

Háganse veganos.


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